Prueba del Ferrari 430 Scuderia

Después de probar este coche, ¿cómo voy a poder hablar de otros? Es una sensación muy interesante el conducirlo, sobretodo por circuito, pero gusta más el llegar, sentarte en el coche y sentirte como si te acabaras de poner el pijama y te hubieras metido en la cama. Como os conté hace un siglo (no he tenido mucho tiempo para escribir), el pasado mes de Septiembre pude ir a hacer lo que denomino «Curso Anual de Drivex» (o por hacer la coña, AutoCAD, pero con este chiste se van a reír dos).  En la primera parte os contaba las pruebas que realizamos con los Mini Cooper, y en la segunda parte la tanda con el Subaru Impreza STi, un pepinaco de coche calzado con slicks con el que me lo pasé de muerte a cuchillo. Y esta sería la tercera y última parte (¡que tengo otras cosas sobre las que escribir también y primero tengo que terminar esto!), pero he decidido cambiarle el título al artículo para llamaros más la atención.

Antes de seguir contando vuelvo a recordar que esta prueba, aunque la escriba la última en realidad la hice la primera de todas. ¿Qué implica esto? Pues que eran las 10 de la mañana, con poca temperatura en el ambiente y en el asfalto, el Ferrari  430 Scuderia estaba frío, las ruedas y los frenos, ¡hasta yo! Y todo esto tiene su motivo que ya os contaré luego, pero antes quiero hablalos un poco del bicho este…

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